Entrevista:Iker Muniain

Ya ha cumplido los 18. ¿Le han hecho algún regalo?

Sí, me ha caído algún regalito por parte de la familia. Espero que a lo largo del día llegue alguno más.

¿Quién ha sido el primero en felicitarle?

Mi madre. Estaba en casa con ella y ha podido ser la primera. Luego le ha tocado a mi padre.

¿Y en el equipo le han felicitado?

¡Sí! Me han tirado de las orejas bastantes veces.

Cumple los 18 siendo ya un profesional del fútbol. ¿Recuerda su primer balón?

El primer balón que tuve en mi vida me lo regaló mi padre cuando tenía un añito. Era el típico balón Mikasa, con triángulos negros. Todavía lo tengo en casa, pero está un poco pinchado. Lo guardo de recuerdo.

Lo habrá pinchado con tantos punterones...

Sí, alguno ya le he dado.

¿Con quién jugaba de pequeño al fútbol?

Jugaba con mis amigos y con mis primos. Siempre estábamos en la plaza jugando a la pelota.

Dice la leyenda que a las noches iba al baño chutando un balón...

Es cierto. En casa siempre teníamos un balón por ahí e iba con él a todos los sitios.

¿Ha tenido una infancia normal o ha sacrificado cosas por el fútbol?

Algo sí que habré perdido, pero no me arrepiento de nada de lo que he vivido.

¿Quién le dio la noticia de que se venía al Athletic?

Me lo dijeron mis padres. Me habían dicho que habían venido a verme jugar en la Txantrea. Un día me cogieron mis padres, me contaron lo que había, que el Athletic había preguntado por mí y que quería que viniese a jugar. La verdad es que todos coincidimos en la misma respuesta. No nos lo pensamos ni un segundo y decidí venir aquí porque era lo que queríamos todos.

¿Fue duro abandonar su casa, la familia, el barrio...?

Sí, muy duro. Sobre todo porque era muy pequeño, tenía 12 años y dejar a mi familia, a mis amigos y a toda la gente con la que andaba de pequeño. Es muy duro. A las noches lloraba en la habitación, me acordaba de todos ellos... Pero, claro, no les podías decir a tus padres que estabas así porque les preocupabas. Les tenías que decir que estabas de lujo. Pero bueno, eso te va madurando como persona y la verdad es que, poco a poco, me fui haciendo a todo.

¿Cuál es el primer compañero que recuerda en Lezama o en la residencia?

Estaban mis primos, Adrien y Julen Goñi, e Iñigo Pérez, con quien ahora comparto vestuario. Para mí fueron los mejores apoyos que podía tener. Estaba todo el rato con ellos y la verdad es que me integré muy bien.

¿Quién le captó para Lezama?

Koldo Asua. Es alguien con quien todavía comparto una grandísima amistad. Es una persona a la que quiero mucho.

En Lezama siempre fue por delante al resto, jugando contra rivales mayores que usted.

Jugar contra gente mayor que tú, más fuerte, te hace utilizar otros recursos, como regatear, llevar la pelota bien cosida al pie... Si no, por fuerza o por altura, te ganan. Tienes que utilizar tus armas.

¿Qué personas han influido en su trayectoria en Lezama?

En general todos. Han sido muy importantes los entrenadores, los masajistas, los compañeros... No es cuestión de definir a uno en concreto, sino que todos están en el mismo montón y estoy muy agradecido a cada una de las personas que han puesto su granito de arena para que yo consiga este sueño.

¿Cómo conoció que haría su primera pretemporada con el primer equipo con 14 años?

Acababa de volver de vacaciones, que había estado unos días fuera con mis padres y mi hermano. Estábamos comiendo en casa y le sonó el móvil a mi padre. Caparrós había dicho que quería que hiciese la pretemporada con él y al principio no nos lo creíamos. Fue una alegría tremenda y me quedé con muchas ganas de empezar cuanto antes.

¿Con quién tuvo más contacto?

Compartía habitación con Fernando Amorebieta. Siempre me ha cuidado como a un hermano pequeño. A Fernando le tengo un aprecio muy grande y le quiero mucho.

¿Qué le dijo Caparrós en su primera conversación?

Que disfrutara el momento y que dependía todo de mí.

¿Qué piensa cuando se planta con 14 años en un vestuario con jugadores consagrados en Primera División?

Te impresiona entrar en el vestuario y ver jugadores que hasta entonces veías en la tele o en San Mamés.

Con 16 años fue a su primer amistoso, en Amorebieta, junto a Jonás Ramalho, y le tocó chupar banquillo.

Sí. Nos mirábamos los dos y no nos lo creíamos. Sería un amistoso, pero para nosotros dos era como la final de la Liga de Campeones. Estuvimos muy contentos.

¿Sintió mucha presión en el entorno por ser tan joven?

Tú te das cuenta de lo que conlleva. La gente está pendiente de ti y sí te das cuenta de la presión que hay.

En 2009, Joaquín Caparrós le llevó a Valencia en la última jornada pero se quedó en la grada. ¿Fue un chasco?

No, en absoluto. Al contrario. Fue una experiencia maravillosa. Fue la primera vez que viví cómo era una concentración del primer equipo. Me sorprendió mucho llegar al estadio y ver a toda la gente animando a su equipo. Eso, para un chaval de 16 años como tenía yo en aquel momento, es lo máximo.

Y el debut, contra el Young Boys.

Es de los días más grandes de mi vida. Saltar a calentar en La Catedral y luego salir a jugar. La verdad es que el corazón te va a 500 pulsaciones.

Además era un partido complicado.

Era para clasificarnos a la siguiente ronda. Perdimos el primer partido, pero luego pudimos remontar.

¿El gol en Berna supuso un antes y después?

Si digo la verdad, no sé por qué, pero sabía que aquel balón iba a caer allí. Iba al córner y me decía: "Lo voy a meter". Y justo me cayó el balón y lo metí. La repercusión que tuvo aquel gol fue increíble. ¡Buah!

¿Se quita uno presión tras debutar?

Se quita presión, pero te quedas con ganas de jugar más. El primer partido se te queda corto.

¿Guarda aquella camiseta?

Por supuesto.

¿Cuál es su mejor recuerdo en el Athletic?

Puede ser el gol que le marqué al Valladolid. Fue muy bonito por lo que suponía. Ayudaba al equipo, pero también hacía historia siendo el jugador más joven en hacerlo.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido de la Primera División tras 49 partidos en el primer equipo?

La profesionalidad que hay en todos los equipos. Todos los jugadores, todo el mundo compite al 100%, nadie regala nada y la verdad es que pasar de juveniles a Primera es un salto de calidad importante.

¿Qué lateral le grita más dentro del campo desde su espalda?

¡La verdad es que todos!

¿Y eso no le da qué pensar?

Es lógico. El lateral intenta ayudarte, tienes que cerrar, defender... La verdad es que estoy contento cuando me toca jugar tanto con Koikili, como con Aurtenetxe o Castillo, porque los tres son grandes jugadores y me siento muy a gusto con ellos.

¿Cómo es su relación con los árbitros?

Me parece que tienen un trabajo dificilísimo. Admiro lo que hacen porque su labor es supercomplicada.

¿Qué objetivo se pone en su carrera?

Colectivamente, por supuesto, quiero ganar un título con el Athletic. Sería lo más bonito que nos podía pasar a todos los que sentimos el Athetic. A nivel personal, mi objetivo es ser mejor cada día.

¿Se ve muchos años en el Athletic como Iribar o Joseba Etxeberria?

Yo creo que sí. Es pronto para decirlo, pero me gustaría ser como ellos. Tengo la suerte de poder decir a mis hijos que jugué con Joseba Etxeberria.

Y con dos campeones del mundo. ¿Le da envidia?

Mucha, pero de la sana.

¿Cree que sigue viviendo un cuento de hadas?

No. El tiempo pasa para todos y cada vez te metes más en el equipo, en su dinámica y coges más peso en el grupo.

Con estos números va camino de convertirse en una leyenda.

Eso parece. Ojalá sea así y que sea en este club.

¿Tiene relación con sus compañeros de equipo fuera del trabajo?

Sí. Somos como amigos y solemos ir al cine, o a tomar algo... Hay muy buena relación.

El Barcelona intentó ficharle antes de subir al primer equipo.

Es cierto. Algo me dijeron, pero nuestra primera opción fue el Athletic.

¿Habría llegado a jugar en el Barcelona actual?

Habría sido complicado, pero lo habría intentado. Pero no quiero pensar en eso porque no se ha dado el caso y eso es perder el tiempo.