Caparrós pierde el partido a base de fútbol racano

El Athletic cede después de que el utrerano recurriera a un sistema con tres centrales con la única idea de sumar un punto
El técnico tiró de un recital de variaciones tácticas que descentró al equipo


Habrá que pensar que a Joaquín Caparrós le traicionó el subconsciente, esa nebulosa que no responde a una lógica. El utrerano había tirado en fechas recientes de un discurso resultadista, por aquello de que a estas alturas de la película lo único que debe valer es hacer caja y olvidarse de cualquier delicia futbolística. Ayer quiso ser fiel a su ideario, o sea era el momento de sacar el Caparrós de toda la vida.

Lo hizo a los 65 minutos de juego, cuando retiró del césped a Iker Muniain en lugar de Ustaritz. ¿Un cambio extraño? Tenía su explicación. Caparrós, el resultadista, se atrincheró en su único deseo de amarrar ese punto que tenía el Athletic en su mano por entonces. Un punto que se entendía como definitivo para asegurar la plaza europea, ya que se dejaba al Espanyol a seis puntos por debajo cuando solo quedan doce por disputar y con el gol average, es decir un séptimo punto, a favor.

Sucede que en estos casos de máximo conservadurismo el tiro suele salir por la culata. Caparrós se inclinó por blindar su defensa con tres centrales, por lo que puso en liza un 5-4-1 que delata las intenciones de un entrenador. La fórmula se le hizo añicos once minutos después, cuando Iván Alonso, un depredador en el área, batió a Iraizoz y premió a un Espanyol que sí confió en una única razón de jugar.

Caparrós, por tanto, equivocó a Caparrós. El utrerano, quizá presionado por la enorme trascendencia de puntuar en Cornellá-El Prat, ofreció un recital de variaciones tácticas, que lejos de mostrar riqueza desnudaron una falta de confianza en una idea, por lo que se le ocurrió improvisar en el partido llamado a avistar Europa a escasos centímetros de distancia.

El Athletic compareció con una especie de 4-2-3-1, similar al esquema que puso en liza Mauricio Pochettino. Gurpegi y Javi Martínez tenían la misión de levantar un búnker en la medular por delante de su defensa, mientras que Susaeta, Iturraspe y Muniain formaron una segunda línea de creación, en tanto que Toquero ejercía de llanero solitario ante la ausencia de Llorente, al que el técnico reservó en el primer acto por culpa de las molestias físicas que arrastra. El juego de los rojiblancos no era para echar cohetes, pero llegaron al descanso con sus opciones intactas gracias al bello tanto de Susaeta, que rebobinaba su primer gol como león, en el lejano 15 de septiembre de 2007, en su debut en San Mamés, donde también ejecutó de manera magistral un golpe directo.

baile de sistema Al parecer, a Caparrós no le convenció su apuesta inicial. Pensó en Llorente, seguramente esperanzado de que el pichichi rojiblanco celebrara con un tanto su partido 200 en Liga, efeméride que curiosamente cumplía ante el rival con el que debutó en el Athletic seis años atrás. Caparrós recuperaba su habitual 4-4-2 después de prescindir de Iturraspe, al que no le valen sus buenas prestaciones para dejar de convertirse en la recambio habitual del técnico.

Caparrós tampoco se convenció con el retoque y a los trece minutos de la reanudación volvió a variar de sistema una vez que el Espanyol se había hecho con el mando de la situación. Dio entrada a Orbaiz en lugar de Toquero, con lo que mutó de posiciones a varios jugadores: Gurpegi pasó a banda derecha y Susaeta se ubicó como media punta, cerca de Llorente.

El utrerano tardó un puñado de minutos más para rescatar su traza más resultadista. Quedaba todo un mundo por delante y atrincheró al equipo con la comparecencia de Ustaritz como tercer central ante la incredulidad de muchos, que quizá entonces temieron por el desenlace que se produjo. El Athletic renunciaba aparentemente al triunfo y se conformaba, por lo menos el técnico, con un punto que se interpretaba como definitivo para el regreso a competición continental. Pero ya se sabe, el que juega con fuego... Eso sí, el miedo es libre.