Iker Muniain se hace "mayor"

Sólo le quedaba una semana para alcanzar la mayoría de edad, para cumplir los 18 años, algo que hará el próximo domingo 19.

Iker Muniain festejó por adelantado, con doble alegría, esa efeméride tan especial, esa barrera que en teoría separa la adolescencia de la madurez. Primero lo celebró gracias a la sufrida victoria recaudada por el Athletic. Y segundo, más importante en el plano personal, en su evolución deportiva, porque mostró su estatus sobre el césped de San Mamés, un terreno de juego que recorrió de arriba abajo, sin parar, buscando huecos, regateando rivales... En un duelo sin faro en el cuadro de Joaquín Caparrós, oscuras las mentes, el futbolista de la Chantrea fue el único punto de luz hasta la aparición de Pablo Orbaiz sobre el campo. Entonces, ya hubo dos rojiblancos que brillaron por encima del resto.

Poco a poco, el atacante navarro marca su territorio, recorre la senda que, en teoría, le llevará a ser un futbolista con pedigrí en el Athletic, uno de esos profesionales esenciales en el futuro -más bien cercano- vizcaíno. Después de una temporada, la pasada, de aterrizaje tras el salto de Segunda B a Primera, de ir cogiendo el ritmo, de adaptación, Muniain ha ganado peso para el entrenador de Utrera. De hecho, ya acumula diez encuentros como titular en este curso (el pasado ejercicio sólo sumó cuatro en el 'once' inicial) y ha pisado el césped en todos los partidos menos dos. Se ha convertido, por tanto, en un 'fijo' en las pocos sorprendentes alineaciones de Caparrós.

Sin embargo, hay un 'pero'. No marca. Sí, ayer efectuó un derroche físico excelente, con constantes caídas a la mitad del campo defendida por el Athletic para luego conducir el balón hacia arriba, abandonando su lugar en la banda izquierda, en busca de Fernando Llorente o de un Gaizka Toquero un tanto apagado durante este curso -el vitoriano garantiza trabajo pero poco más ahora mismo-... Pero arriba, sus ideas se apagaban después de recorrer más de cuarenta metros con el esférico en los pies, zig-zag, marchándose de uno y de otro. Sin importar el oponente que le saliese al paso, él le dejaba atrás. Y claro, sin fuelle, tras esas constantes carreras, se presentaba en el área de Kameni. Es decir, el navarro recorrió kilómetros en exceso para un hombre de sus características, de esos que en un recuadro de césped se inventan una virguería, tumban a su defensa y dibujan una buena ocasión de gol.

El público en pie

Y ayer lo hizo, pero lejos de lo que debe ser su hábitat, demasiado retrasado. Porque él era el único que se ofrecía, sobre todo en la primera mitad, sin Orbaiz en el terreno de juego. El Athletic carecía de un proyecto y él, el benjamín del equipo, se echó la responsabilidad a los hombros, e intentó sorprender a un Espanyol bien plantado y que disfrutaba con el juego directo de los locales, a excepción de esos fogonazos de un Muniain siempre generoso en el esfuerzo. Como reconoció 'La Catedral' en pie, cuando Caparrós decidió sustituirle a menos de diez minutos para el final, con los bilbaínos ya por delante.

El navarro, que el año pasado anotó cuatro goles en Liga (cero de momento, como el resto de delanteros del Athletic a excepción de un productivo Llorente), estaba exhausto, con el aliento justo para agradecer esos aplausos a la afición de San Mamés. Levantó sus manos al aire, y aplaudió el gesto de la hinchada rojiblanca, como ésta reconoció la entrega de un Muniain que se encuentra entre los ochos hombres más empleados por Caparrós.

Y eso, a los 17 años, tiene que significar algo, que hay madera. Él lo demostró ayer, él dejó claro que es mayor de edad, que aunque su carné no llegará hasta el próximo domingo a esa cifra tan deseada por los adolescentes, él arrima el hombre en el campo como uno más. Eso sí, a veces, las ganas y la falta de ideas del resto le pueden y abandona esa posición de interior izquierdo 'otorgada' por Caparrós. Porque él quiere más.