Caparrós se autoexcusa

El técnico no logra engranar un sistema defensivo eficaz tras doce jornadas y se escuda en la "falta de competencia" en la zaga como causa

Señala en público a los defensas, elegidos en su mayoría por él

En la parte de atrás no tenemos mucha competencia y eso hace que la gente se relaje". Los códigos de vestuario son muy estrictos, leyes no escritas que conviene no traspasar y menos aún menospreciar. Uno de esos axiomas dice que los trapos sucios deben lavarse en casa, sin la presencia de luces y taquígrafos. Lo que se habla en el caseta se queda allí. Joaquín Caparrós atravesó esa puerta al señalar en público a sus zagueros en una entrevista concedida a DEIA. Argumentó que la falta de contundencia de la trinchera rojiblanca respondía a la escasa competitividad que supuestamente existe entre los componentes de la línea y según su criterio es la principal causa de las desgracias defensivas del Athletic, segundo equipo más goleado del campeonato, sólo superado en esta faceta por el Málaga.

La crítica de Joaquín Caparrós puede romper el delicado hábitat que se establece en el vestuario, un lugar en el que se deben ensamblar gran variedad de egos con enorme tacto y la precisión exacta con la que se machihembran las piezas de un tetris para mantener los equlibrios necesarios. De las declaraciones del técnico del equipo rojiblanco se deriva que los defensas, porque habla de los componentes de la retaguardía en particular, alejándose de la simbología de un equipo: del todos defendemos, todos atacamos; del todos perdemos, todos ganamos, que no pujan con suficientemente intensidad u convicción para establecerse en la retaguardia y que esa supuesta falta de espíritu, cierto aburguesamiento, se traslada después a sus actuaciones en los partidos, donde el equipo se muestra blando y concede demasiadas ventajas en tareas defensivas, trabajo que no compete en exclusiva a los zagueros ni al portero puesto que se trata de un aspecto colectivo del juego, igual que ocurre cuando se trata de encontrar la portería rival y donde el equipo brinda con champán. El mal funcionamiento del conjunto a la hora de abrigarse, de cerrar la cremallera, no es sólo achacable a los defensas, aunque sean los más retratados por los focos en el último fotgrama, el que suele anteceder al gol.

sus peticiones Ocurre que el tejido seleccionado para la confección del traje que luce el Athletic en defensa, salvo los casos de Iraola, (intocable y sin recambio natural en el costado derecho en la actual plantilla), Amorebieta (otro habitual del gusto del técnico) y Ustaritz, en el club con anterioridad al acceso del utrerano al banquillo, fueron peticiones expresas del entrenador. Fue Caparrós el que apostó por fichar a Mikel San José y Aitor Ocio para completar el eje de zaga y el que se decantó por Koikili, Xabi Castillo, Mikel Balenzaiaga y Jon Aurtenetxe para ocupar el lateral izquierdo. Aún deshoja la margarita el técnico para saber quién le convence en esa posición tal y como quedó patente el pasado sábado en el Santiago Bernabeú, cuando disponiendo de Jon Aurtentxe, -sancionados Koikili y Castillo- el lateral zurdo que más ha intervenido en el equipo en plenitud, situó a Fernando Amorebieta en su lugar tres años y medio después de que el iurretarra actuara en esa demarcación por última vez. Además, Amorebieta llegó falto de tono competitivo al encuentro tras seis semanas en el dique seco por culpa de una lesión muscular. Fernando padeció junto a la cal intentado dislocar el swing de Di María, que superó al improvisado lateral de punta a punta. Fernando no se ajustó a la posición en ningún momento. En la reanudación, Jon Aurtenetxe se estableció en el lateral y Amorebieta retornó a la bisagra de la defensa. Ustaritz salió del equipo.

El Athletic recibió el segundo gol en el Bernabéu en una contra del Real Madrid resuelta en apenas tres toques al no ser capaz de frenar la veloz respuesta madridista a un ataque rojiblanco. Le sucedió lo mismo ante el Atlético, el Sevilla y el Villarreal, un claro síntoma que evidencia que al equipo le cuesta más de lo conveniente replegarse, un asunto colectivo que no sólo depende de las piezas que componen el mecano de la defensa. De hecho, el trabajo solidario en cada palmo del campo, la presión realizada debidamente en intensidad y sincronización y el sentido táctico suelen cortar semejantes brotes que evitan dejar la defensa a la intemperie frente a los flashes.

trabajo para el técnico Y ahí es el entrenador el que debe hacer autocrítica y ser capaz de establecer las pautas concretas al conjunto, el que tiene que fijar las líneas maestras al equipo alrededor de las transiciones entre el ataque y la línea de flotación. El equipo necesita ser equilibrado para no derrochar su impacto atacante en vano y para ello es vital trabajar esa faceta del juego que consiste en que la escuadra no se rompa por la mitad en el repliegue, así como saber armarse mejor cuando es el adversario quien maneja y administra la pelota. Esa, como la mayoría de las tareas que se realizan en el fútbol, es un tajo común que requiere de sacrificios grupales, de solidaridad y del apoyo constante entre unos y otros. Algo así como el espíritu de los mosqueteros: Todos para uno y uno para todos.

La tarea de establecer esa dinámica, de convencer a los futbolistas de sus beneficios por el bien común, corresponde al técnico y a sus colaboradores, que no sólo deben ocuparse del tablero de juego ni de la colocación de las piezas convenientes en cada momento sobre el mismo. Joaquín Caparrós debe corregir, incentivar y estimular al equipo en su totalidad en la medida de lo posible la ingrata labor que supone correr tras la pelota para recuperarla. También es él, como responsable máximo de la plantilla, el que tiene que incentivar la competitividad que dice no apreciar entre sus defensas charlando con ellos fuera del escaparate mediático al que las palabras de su técnico han sobreexpuesto.