Bizkaia Bilbao Basket 78-72 Juventut de Badalona (ACB Endesa jor.3)

Compleja victoria ante el Joventut que deja al Bizkaia sin presión para su inminente debut con el Olympiacos

El Bizkaia logra ante el incómodo Joventut su segunda victoria en cuatro días y suelta lastre para el histórico debut del viernes en Euroliga

Hay partidos que despiden un tufo previo a veneno. Citas que poco bueno te pueden deparar. La visita del Fiatc Joventut era una de ellas. Un rival que llega con la confianza que le da sentirse en una ciudad amable, asequible a sus intenciones. Que le pregunten a jugadores y técnicos si en su intimidad reconocen campos propicios y otros más pestiños que la asignatura imposible en el colegio. Pues eso, que los badaloneses se han pegado un atracón de victorias en territorio vizcaíno. Además, en la web de la Penya figuraría el cartel de 'en construcción', fiel reflejo de su actual estado de ensamblaje, con lo que hacer cábalas, previsiones, resulta especialmente complejo. Y para completar el bucle, el lapso de cuatro días mal cumplido entre el triunfo trabajado y sudado ante el Real Madrid y la segunda apertura de puertas liguera de Miribilla.

Antecedentes, todos, tendentes a que la matinal desembocara en la zona de peligro. Por momentos, sin lógica aparente. Tras arrancar el pulso con movimientos de ida y vuelta en un equilibrado intercambio de canastas -las locales desde la pintura y las visitantes con el mando a distancia-, daba la sensación de que el Bizkaia tenía controlada la situación, que poco a poco se hacía con las riendas, más al cerrar su espacio aéreo. D'Or Fischer con tres tapones casi seguidos antes de los cinco primeros minutos era el cancerbero, el guardián, el sereno con todas las ganzúas de los calabozos. Pero no pasó del estadio de las impresiones, de aquello que parece que cuajará y nunca termina de hacerlo.

Y era extraño porque la estadística decía una cosa y el resultado otra. Los apuntes contables certifican al Bizkaia como más acertado, controlador del rebote, con porcentajes menos austeros. La valoración ACB al descanso era de 50-34. Lo que mostraba el luminoso era un inquietante 40-37, la constatación de que nada había hecho, ni siquiera encauzado. Se habían acabado las comodidades con las que Jelinek había recibido al toro ante la puerta de corrales de Miribilla. Su compañero Obasohan tomó el testigo y convirtió al Joventut en dependiente de su fortuna, de su acierto precedido de una actitud impasible. Sabe de atacar el de Houston y ni se inmuta esté a la distancia que esté o tenga a quien tenga punteándole. Suelta el brazo cuando cree que debe hacerlo y por ello la tropa verdinegra le busca sin rubor. Se marcó una 'frivolité' defensiva casi al final, colocando un soberano tapón a D'Or Fischer, el rey de la asignatura. El hombre de negro le persiguió por todo el largo de vuelta en la transición y le clavó al suelo con una personal de esas que incluyen en el lote un aviso.

Nada cambiaba, sin embargo, con el paso del tiempo. Banic y Mumbrú cedieron el protagonismo a Blums en versión desatascador. Había motivos para la confianza. Por ejemplo, que la efectividad no se resintiera con las rotaciones interiores. Especialmente positiva fue la primera entrega de Stevic y Hampl como pareja en la pintura. El serbio cargó bien el rebote y el joven checo se zafó de la blandura que le persigue cuando se acerca al aro y se fue como unas castañuelas con la ayuda brindada, cifrada en cinco puntos y un rebote en menos de ocho minutos. Notable.

Saldo negativo

Seguían los hombres de negro amagando, pero sus directos no alcanzaban el mentón de la Penya. Y eso que la envergadura y buen timming de Fischer continuaba alimentado su gesta. Con un parcial de 5-0 monopolizado por Mumbrú, el Bizkaia bautizó el último acto, al que se presentó sin la pausa necesaria. Pese a ese tirón, la precipitación nubló a los de Katsikaris, que se toparon casi sin darse cuenta con saldo negativo. 59-61. 63-64. Gestos serios combinados con aliento incondicional desde las gradas. Surtió efecto temporal. Otra tacada de 9-0, ahora liderada por Marko Banic con la que se enmendaba una serie de malos tiros desde buenas posiciones. Suspiros encadenados antes de un nuevo conato de ahogo.

Miedos pasados desempolvados. Con 72-66, Blums falló sus dos envíos desde la línea de castigo. Él que firmó un notable cincuenta por ciento en triples no encontraba la templanza para finiquitar a los de Salva Maldonado, que apretaban con Obasohan y Van Lacke como descaradas referencias. Quedaba minuto y medio, anotaban los badaloneses y la renta se reducía a cuatro puntos. Con cinco segundos de posesión en un saque de fondo tras tiempo muerto, pérdida infantil. Demasiados paralelismos con el final infame de Alicante. Fue entonces cuando surgió la responsabilidad y la maniobra organizada por Katsikaris quedó niquelada. Se lo jugaban los hombres de negro a anotar en la posesión que arrancaba a medio minuto del final con un ya agobiante 74-72 en la contabilidad. Jackson, hasta entonces con destellos, consumió la mayor parte de la porción para dejar la bola a Banic. La canasta del croata, a nueve segundos, decretó el triunfo. Segundo en cuatro días. Fuera lastre para pensar en la Euroliga. El Olympiacos tiene el equipaje preparado.


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